Las latas

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LA LATA DE CONSERVAS

Si bien las latas de acero tienen todas la misma materia base, el uso al que se destinarán marca ciertas diferencias en su fabricación. En el caso de las conservas alimentarias, las láminas de hojalata tienen distintos espesores que varían entre los 0,09 mm y 0,49 mm. En muchos casos se revisten de un barniz protector por las dos caras, quedando la exterior lista para imprimir en ella lo que se desee. Como el acero no absorbe el barniz, la lámina se seca en un horno a 200ºC.

La lámina se recorta después en rectángulos y círculos, dependiendo del tipo de envase. Se da forma al cuerpo y se aplica soldadura eléctrica para que quede consistente. La operación de sertido sirve para encajar el fondo. La tapa, por supuesto, no se pone ahora sino que se entrega al envasador para que la coloque una vez esté llena la lata.

El llenado y cierre de los envases se produce hoy a velocidades de vértigo. En casos como el de las legumbres, a menudo no pasan ni tres horas desde que se recogen en la huerta hasta que el envase queda herméticamente cerrado. Después, las latas se someten a una elevada temperatura, que puede llegar a los 130ºC, para destruir cualquier contaminación, y esta temperatura varía en función del contenido. Hay más vitaminas en una lata esterilizada que en un producto fresco consumido 48 horas después de ser recolectado.

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LA LATA DE BEBIDAS

Mucho más reciente en el tiempo que la de conserva, la lata de bebida es hoy un elemento más de nuestra vida. Es muy práctica, no se rompe, puede llevarse a cualquier parte y, además, tiene cada vez presentaciones más atractivas. Todo un éxito, si tenemos en cuenta que cada año se fabrican y consumen en el mundo unos 150.000 millones de estos envases.

A diferencia de lo que hemos visto en las conservas, la lata de bebidas nace de una chapa redonda de acero, en un proceso que permite fabricar 2.500 chapitas cada minuto. Después se estira por medio de varios anillos y ya tenemos el cuerpo, del que hay que eliminar las rebabas de la parte superior. Para una lata de 33 cl, la más habitual, la altura exacta es de 11,52 cm. Cada pieza recibe una capa protectora y la decoración precisa, a un ritmo de hasta 800 latas por minuto, antes de proceder a colocar el cuello donde se insertará la tapa al final de la cadena de llenado.

Varios sistemas luminosos y de rayos ultravioletas comprueban la calidad de los envases. Si se detecta algún defecto, la lata se desecha automáticamente.

Por último, y una vez lavadas y secadas, se llenan las latas -¡4.000 por minuto!- y se coloca la tapa. Para evitar que se abollen, se introduce una gotita de CO2 en el caso de las bebidas carbónicas o una de nitrógeno para las bebidas sin gas.

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LAS LATAS PARA USOS DIVERSOS

También están en nuestros hogares. Son las latas de acero para usos y contenidos muy diversos: pinturas, barnices, cosméticos, dulces, aceite de oliva, un poco de todo. El acero se porta tan bien que puede hacerse cargo de innumerables elementos. En el caso de los aerosoles, por ejemplo, responde a la perfección a las exigentes normas sobre seguridad ante caídas, riesgos de incendio o envasado a altas presiones.

El proceso de fabricación se parece bastante al de las latas de conserva aunque se emplean láminas de hojalata más gruesas y, para ciertos productos, se suele disponer un cordón de elastómero en el perímetro de la tapa para garantizar la estanqueidad del envase. Eso sí, como en todas las demás latas las posibilidades decorativas no tienen límite.

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LOS CIERRES DE HOJALATA

Aunque no son un envase en sí mismos, no podemos olvidar los cierres de hojalata. Este invento, uno de los más imaginativos por su originalidad y eficacia, está punto de cumplir cien años y sin embargo sigue siendo una pieza insustituible para cerrar botellas de vidrio que contienen cerveza, zumos o aguas minerales. El «tapón corona» y su hermana mayor, la tapa de los tarros de cristal con vegetales o mermeladas, son económicos, muy seguros desde el punto de vista sanitario y dotan de total hermetismo al envase.